Esta
película de Giuseppe Tornatore da una visión del arte desde dos puntos de vista: Por
un lado, el mundo del anticuariado y las subastas; por otro, indaga en un personaje con poca afección por las relaciones sociales, y cuya terapia psicológica
es la diletancia y el gusto por el arte.
La visión
del anticuario que ofrece la película no es una novedad, dando a esta profesión
el halo misterioso que tantas obras le han sugerido en el pasado, ya desde los
tiempos de Charles Dickens, con su libro La
tienda de antigüedades, o el gran filón de Agatha Christie con la
arqueología, pasando por películas como Indiana
Jones en los '70. Más recientemente el misterioso mundo de las antigüedades
ha tomado un cariz más críptico aún, en novelas como El código Da Vinci (Dan Brown, 2003) y sus numerosas secuelas que
aún siguen dando éxitos comerciales, tales como El maestro del Prado (Javier Sierra, 2013). Incluso en los
videojuegos de aventura gráfica se recurre muchísimo al encanto de las
antigüedades y de la historia, mezclándolos con lo paranormal, para conseguir
atmósferas muy sugerentes. Un revulsivo exitoso fue la saga Broken Sword (Charles Cecil, 1996-2013)
a la que han seguido soberbias secuelas de su mismo estilo como New York Crimes (Pendulo Studios, 2012).
Estas
creaciones confunden el misterio histórico que irremediablemente arrastran
consigo muchas piezas antiguas, con un misterio más animista o espiritual,
aunque se agradece el resultado, en tanto no se abuse. Lamento decir a los
amantes de lo esotérico que el trabajo de anticuario consiste en poseer amplios
conocimientos de cultura material,
para reconocer la época, el origen y uso de la pieza, y determinar si es un
objeto común, o al contrario raro e inusual, y por lo tanto caro y buscado por coleccionistas del pasado.
La mejor oferta consigue envolver de misterio este
gremio sin contarnos cuentos fantásticos sobre las piezas antiguas, sino de una
manera natural, como ya lo hiciera Dickens: los protagonistas de Tornatore
equivalen a la pequeña Nell y su abuelo, en aquella novela. Personalidades
solitarias potenciadas por el aire nostálgico que da el entorno de una tienda
de antigüedades.
Otra película
reciente que exploró el anticuariado fue Midnight
in Paris (Woody Allen, 2011). En ella el protagonista nos enseña el otro
arquetipo de personalidad que se suele relacionar con este oficio: un personaje
soñador, que Woody Allen aprovecha para sondear el llamado síndrome de la Edad de Oro, dolencia psicológica que poseen los que
piensan que cualquier época pasada fue mejor que la actual.
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